Croacia de arriba a abajo

Un viaje de Zagreb a Dubrovnik

Desde Barcelona a Zagreb, un vuelo de 2 horas te deja en el pequeño aeropuerto de Zagreb.

Nuestras vacaciones han sido “improvisadas” ya que no teníamos claro a dónde iríamos, más allá de saber que íbamos a comenzar por el Norte y a acabar en el Sur de Croacia. Para la aventura hemos ido armados con la guía Lonely Planet (22€), y hemos comprado el Sygic como navegador para el móvil (mapa de Europa que descargas los países que quieras, por 25€), eso sí, nos hemos descargado el mapa de Croacia y Bosnia. Coche de alquiler en rentalcars.com para 10 días. Y repelente para mosquitos (no olvidarlo). Lo primero que aprenderéis cuando lleguéis, es a saludar: DOBER DAN!

Día 1: Zagreb

Esta ciudad, de un poco más de 700.000 habitantes, tiene un centro histórico muy bonito y no mucho más. En cuanto llegamos al aeropuerto, cambiamos Euros a Kunas y el cambio es casi igual en el aeropuerto que luego en la ciudad, y la oferta cambiaria es seria. Luego, al adentrarnos más por las zonas turísticas, nos arrepentimos de no haber cambiado más en el aeropuerto, ya que la cotización era mejor allí.

Según la Lonely Planet, un hotel céntrico y que está bien es el Jadran, y efectivamente, cumple lo que promete por unos 80 euros la noche, parking, wi-fi en la habitación y desayuno incluido. Estás a 5 minutos del centro y la habitación está perfecta y limpia. Llegamos sin reserva y tenemos habitación sin problema.

Ya de paseo, nos encontramos con que el centro y las calles adyacentes tienen una oferta gastronómica amplia y para todos los presupuestos. Las siguientes fotos son los principales atractivos en el centro histórico de la ciudad.

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Son calles con mucho encanto, bulliciosas, y donde te puedes encontrar una cata de vinos, un café de diseño, restaurantes de todo tipo o sitios con mucho encanto escondidos, como el Cafe Bar Melin (Kozarska 19) que es un espectáculo de decoración vintage, con radios del siglo pasado y televisores de los de hace 40 años como parte de la decoración. No os lo perdáis. El personal genial y nos han dejado hacer las fotos que hemos querido en el local. Aquí las fotos:

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Por la noche, decidimos cenar en Leonardo (Skalinska 4), un restaurante italiano. Un plato de pasta con trufa y una pizza con mozzarella de buffala, un agua y un litro de vino tinto de la casa… 20€. Un sitio muy barato y donde comes bien, pero la atención es muy, muy lenta. Eso sí, nosotros felices de gastar nada más que 20€ para cenar.

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El paseo es obligado por la zona, cuyas calles peatonales, sus tranvías y su activa oferta comercial no os dejará indiferente.  No dejar de visitar la Catedral Neogótica, impresionante.

Día 2: Parque Nacional de los Lagos de Plitvice

A dos horas y media de Zagreb se encuentra una maravilla natural. Es un Parque Nacional protegido, con unos saltos de agua increíbles. Nos hospedamos en el Hotel Jezero, que está exactamente en la entrada 2, y es un punto genial para hacer dos diferentes recorridos. Es un hotel caro para lo que es el hotel en sí, pero la ubicación es estratégica. Puedes encontrar opciones más económicas pero has de desplazarte luego hasta las entradas al parque, pagar parking… etc.

A 100 metros compras los tickets para el parque natural (aproximadamente 23 euros y válido para un día, pero si te alojas en este hotel el segundo día es gratis). Los recorridos son de 2 a 3 horas, aproximadamente. También puedes alquilar un barco y remar en el lago con unas espectaculares y muy románticas vistas. Y luego, a caminar se ha dicho. Si quieres ver saltos de agua, el más espectacular es Veliki Slap, para lo cual coges el ferry y luego tienes toda una ruta con una cantidad de sitios para hacer “sightseeing” (vistas impresionantes donde hacer las fotos) hasta llegar a ese maravilloso sitio. Allí podrás hacer fotos, sí, pero lo mejor es dejar la cámara, dejar todo y simplemente contemplar ese enorme salto de agua, dejar que las partículas de agua que flotan todo alrededor te mojen, sentir el ruido del agua chocando contra las rocas… Es un lugar absolutamente mágico, en medio de una vegetación abundante. Y lleno de gente.

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Si te has llevado la cámara, protégela de las pequeñas gotas de agua que hay en el aire, ya que la cascada es como un gran “vaporizador” y el viento te lleva y te trae microgotas… O le pones un filtro, o te llevas algo para limpiar la lente.

El camino de regreso es una gozada, prepárate para mojarte los pies, ves preparado, porque es un camino hecho de madera sobre diferentes saltos de agua y seguro que te mojas…. El ferry que te lleva al primer punto donde comienzas a desplazarte y el autobús (si se le puede llamar así) que te trae desde el último punto de visita están incluidos en el precio de la entrada al parque.

Día 3: Plitvice y Zadar

Temprano, y luego de un desayuno que podríamos definir como muy olvidable y esperando que no se vuelva a repetir en todo el viaje, damos la segunda vuelta a Plitvice. Hay dos recorridos posibles, y el primer día hicimos uno de ellos. Hoy toca recorrer lagos llenos de saltos de agua por todas partes, ninguno tan majestuoso y grande como el de ayer, pero sí que en cantidad hay muchos más y no menos especiales… El camino es por sobre el agua, sobre troncos, es como una atracción de Port Aventura pero absolutamente real, natural y maravillosa. El agua es totalmente cristalina, está lleno de peces, los saltos de agua son maravillosos, los lagos también. Y, como es de esperar, en esta época del año está totalmente lleno de gente a todas horas. Así que para hacerse la foto hay que esperar turno en unos cuantos sitios, pero si te olvidas de las fotos, pues lo pasarás mucho mejor y disfrutarás más del espectáculo. La caminata es larga pero no es en absoluto complicada. En algún sitio has de pasar por zonas con mucha agua y puede que se te mojen los pies, por lo que lleva un calzado adecuado.

Aquí más fotos de Plitvice:

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Ya al mediodía partimos hacia Zadar. Dos horas más tarde (aunque hay pocos kilómetros entre uno y otro la carretera no te deja ir a más de 60-80kms por hora en su trayecto más largo) ya estás en esta maravillosa ciudad donde encontrar alojamiento ha sido casi imposible. Los hoteles son pocos, y lo que abundan son los apartamentos. Vamos al primero de la lista, y sólo le quedaba la suite, a un irrisorio precio de 370 euros la noche, excesivamente caro para nosotros. El segundo hotel también estaba un poco por las nubes de precio, 175€. Terminamos en el Niko y por 140 euros (en efectivo, 160€ con tarjeta), pudemos entrar en este 4 estrellas que está muy bien atendido, muy bien cuidado y cuya habitación ha sido todo un lujo, al igual que un desayuno al que le podemos llamar así con todas las letras.

Como llegamos muy tarde para ver el Sea Organ (que según Lonely Planet no había que perdérselo) nos toca un paseo por el casco antiguo, un lugar muy bullicioso y donde está toda la vida nocturna. Aparcar es una odisea. Recomendación: pídete un taxi desde donde estés y vas y vuelves en taxi. Mucho más fácil y te ahorras enfados. Esto está lleno de restaurantes italianos, si quieres Pizza y Pasta, éste es tu sueño. Si eres más “mediterráneo” has de buscar un poco más. Las callecitas tienen mucho encanto y te puedes encontrar gente cantando y liándola en varias zonas. Divertido.

Día 4: Zadar

Cogemos el coche a mediodía y nos dirigimos al centro histórico de la ciudad. A esa hora es mucho más fácil aparcar, y en total, desde aproximadamente la 1 hasta las 9 de la noche nos ha costado unos 10 euros. El parking va únicamente con monedas, lo que es un problema, ya que 80 kunas en moneditas no los tiene cualquiera. La otra opción (que nos enteramos al intentar poner nuevamente dinero en el parquímetro) es comprar tickets de parking (válidos como máximo para una hora) en el supermercado. Así podemos comer muy pero muy bien con el Adriático en frente en una terraza muy chula, propiedad del restaurante IL PADRINO. Por unos 40 euros, agua, primeros, segundos, postre y café y todo muy bien hecho. En ese sitio, con esa vista, y con una excelente atención, Il Padrino es un sitio 100% recomendable (Mihovila Pavlinovica 14, Zadar).

Restaurante Il Padrino en Zadar, Croacia

Restaurante Il Padrino en Zadar, Croacia

Restaurante Il Padrino en Zadar, Croacia

Restaurante Il Padrino en Zadar, Croacia

Restaurante Il Padrino en Zadar, Croacia

Restaurante Il Padrino en Zadar, Croacia

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No hay nada ni parecido a una playa, pero los locales no dejan de tirarse al agua a pesar de que no hay arena. Desde el espigón, salen por muchos sitios escaleras que se adentran al agua y es la vía por la cual mucha gente se mete directamente al mar, si es que no lo hacen desde el mismo espigón dando un buen salto con el correspondiente chapuzón.

Absolutamente imperdible es el “Sea Organ” u órgano del mar, instrumento que ejecuta sonidos gracias al movimiento de la marea y genera un sonido realmente hipnótico. Y si pasa alguna embarcación, pues los sonidos son aún más espectaculares. El Sea Organ no es visible, sino que lo único que puedes apreciar son pequeños orificios en el suelo, de donde salen los extraordinarios sonidos. Ver el atardecer allí, con ese sonido tan especial y una puesta de sol entre rojos, naranjas y cobrizos, no tiene precio.

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Otra visita que puedes hacer es a la iglesia de San Donato, que también tiene varios siglos. Su arquitectura me ha recordado mucho a una iglesia que hay en Burano o Murano (no recuerdo exactamente) por su estructura circular. Se halla donde también encontrarás partes del legado romano de Zadar, con columnas y ruinas de lo que alguna vez fue un foro.

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Y a las 21:00 horas, partimos hacia un nuevo destino.

Día 5: Split

Llegamos por la noche, y dado que la experiencia en Zadar fue complicada con los hoteles y además llegaríamos a las 11 de la noche, pensamos que la mejor opción sería reservarlo antes por Internet, en vez de ir a la aventura. El escogido es el Hotel President, y la primera sensación que da a su llegada, es que se quedó 70 años atrás, o más. Parece un hotel de principios del siglo pasado. El desayuno no es su fuerte, pero compensa los 150 euros diarios una habitación muy espaciosa, una limpieza correcta, un baño enorme, una cama muy cómoda, un buen aire acondicionado que se agradece al llegar del calor de la ciudad y un personal muy atento.

Y ahora de camino al centro histórico con una ciudad amurallada. Durante todo el viaje por Croacia hay obvias referencias a su legado histórico romano, pero Split destaca sin duda ya que su centro, totalmente amurallado, es una preciosidad y encontraréis varias referencias de arquitectura italiana. Estás como si estuvieras en una villa romana de hace 2000 años. Espectacular. Además, se lo curran: a las 12 tenemos la oportunidad de ver una representación, con un César y una legión de romanos. Sí, espectáculo para guiris total, pero si en vez de pensar así piensas que en muchos otros sitios solamente encuentras las ruinas… Pues aquí por lo menos hay una representación. En los locales hay siempre gente amable y la verdad que lo único que desluce un poco todo es el exceso de turismo que hay en toda la zona. Agosto es lo que tiene.

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Tenéis la posibilidad de subir a la torre de la campana y visitar la catedral. La primera no es apta para gente con vértigo. Pero desde arriba podéis ver toda la ciudad y su puerto.

Pasear por sus calles y encontrarse rincones de ensueño son parte del encanto del centro histórico. Eso sí, para comer, hemos salido del mismo y nos hemos ido a Sperun (Sperun 3, 2100 Split) donde encontraréis platos típicos de Split, cocina local. Un trato encantador y un precio más que razonable, ya que hemos comido muy bien por unos 40 euros. Si queréis salir de la “zona turística” y comer de verdad algo típico, no os lo perdáis. Para la noche reservamos en uno de los tantos restaurantes que hay en las callecitas escondidas, bajo la luz de las velas y el run run de unos gatos que juegan alrededor, cenamos liviano un par de ensaladas, con una temperatura ideal.

Día 6: Slatni Rat, una playa en la isla de Bol

Partimos a las 9 de Split y a las 9:50 ya hemos llegado. El viaje es rápido, te subes y te bajas, el mar muy azul, infinito y tranquilo. Me recuerda a los viajes entre islas en Grecia. Menos de 10 euros ir y volver por persona. Una vez allí, para ir a Slatni Rat has de tomar un autobús cuyo precio son 50 kunas ida y vuelta, pero también hay otra opción, que fue la que nosotros cogimos: por 100 kunas por persona (unos 13 euros), un taxi de 8 plazas te traslada en menos tiempo que el autobús y te deja a 100 metros de la playa. Atención los propensos a los mareos en coche: el camino va por montañas muy altas y está lleno de curvas.

Durante el camino no hay mucho para ver, algún viñedo y olivar pero no mucho más.

La isla es agreste, y para llegar a la playa una vez bajamos del taxi cruzamos un bosque de pinos cuyo olor característico me hace recordar mi infancia en El Pinar, mi lugar de veraneo en Uruguay. El sonido de pájaros e insectos es genial, pero a medida que te acercas a la playa, queda oculto bajo el bullicio de la gente.

Ya en la playa, el agua es turquesa y espectacular. El único “pero”: no hay arena. Es una playa de guijarros (piedras pequeñas) por lo que más vale ir con unas buenas zapatillas preparadas para meterse al agua. Nosotros las habíamos comprado por 7 euros en Zadar, y son de esas que cubren completamente el pie y se ajustan con un velcro. No viajes sin ellas a playas de guijarros.

Sombrilla y dos tumbonas: 20 euros. Te puedes ahorrar estos euros si llevas toallas y te pones bajo la sombra de los pinos, que están a 20 metros del agua. Pero ten en cuenta que la toalla sea gruesa, ya que igualmente estás en zona de guijarros.

El agua está fría, pero es una bendición cuando el sol quema, y quema mucho. Hay una playa nudista muy cerca para los que os guste el naturismo, aunque no tiene los mismos servicios ni es tan amplia.

Recomendadísimo: Auro (https://www.facebook.com/aurozlatnirat), un local que cuando empieza el atardecer tiene toda la marcha, con dj, gogos y ambientazo. Mirar el atardecer allí no tiene precio.

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La vuelta al puerto de Supetar en taxi otra vez. Nos toca un conductor que creemos era pariente de Fernando Alonso y no veas… la furgoneta parece una atracción de Port Aventura. Luego el ferry de vuelta a Split.

Por la noche, nuevamente en Split, cena en Diocletians, deliciosa. Lo mejor es lo encantador del sitio “con 1700 años de historia” ya que está entre paredes que datan de esas épocas, una decoración muy acertada y una atención muy buena. Eso sí: es caro, si lo comparas al resto de lo que hemos disfrutado en Croacia, pero si vives en Barcelona, te parecerá lo normal por un restaurante medio de esta ciudad y éstos no están ni tan bien arreglados ni sirven tan buena comida. La cena, compuesta por un carpaccio de carne con rúcula, setas y parmesano, un tartar de pescado y un plato de pasta exquisito (que compartimos entre dos) con trufa y jamón ahumado, 3 copas de vino y una coca cola, nos ha salido por 50 euros.

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Diocletans Restaurant, Split

Día 7: Korcula

A las 10:15 sale el ferry que nos lleva, coche incluido, a esta isla. Nos dijeron de estar dos horas antes y así lo hacemos, para descubrir que con 45 minutos tienes tiempo más que suficiente para embarcar sin problema. El resto del tiempo te lo pasas fuera del coche en una cola que no se mueve. Tres horas más tarde estás en la isla.

Esta vez toca alojarse en el Hotel Borik en la región de Lumbarda. Y a recorrer un poco. Dicen por ahí que hay playas de arena! Pues a su búsqueda. Efectivamente, hay arena. Lo que no hay es playa, o mejor dicho no hay playa tal como nosotros entendemos. A una pequeña playa que no se extenderá más que unos 40 o 50 metros y que entre agua y rocas no hay más que metro y medio o como mucho dos metros, le llaman playa de arena. Y allí, toda la peña. El agua, a una temperatura ideal, invita a un chapuzón refrescante. Pero esta pequeña playa (Bilin Zal) está superpoblada. Volvemos caminando bordeando la costa nuevamente hasta llegar al puerto de pescadores. Son las 7 de la tarde, sabemos que la puesta de sol es a las 8. Vamos viendo que el caminito que nos lleva hacia el puerto desde la playa está lleno de encanto. El agua, azul turquesa, las rocas blancas, el paisaje esplendoroso hacia donde mires, con montañas a lo lejos, un mar azul infinito para llegar a ellas y a tu espalda la campiña. Decidimos hacer un alto en un bar para esperar la puesta de sol. Copa de vino blanco, coca cola y dos helados, 4 euros. Estamos ya en la playa más cercana al puerto y vemos que el sol ya está a punto de esconderse. Estamos en el puerto de pescadores, donde desde el espigón dos adolescentes saltan al mar, uno tras otro, se tiran una y otra vez, incansables. Vamos a la punta del espigón, allí donde una farola es el último testigo de cada atardecer y la magia comienza. La playa está a unos 100 metros y nos llegan las voces de los más pequeños que aún siguen jugando. El sol comienza a bajar y comienza el espectáculo de luz y color. El dorado cubre el agua y es tan espectacular que lo único que quieres es darte un chapuzón, allí, en el mismo puerto donde no hay casi ya gente, rodeado de barcos de pescadores, dos adolescentes que siguen con su juego de “a ver quién escupe más lejos en el agua”, y un único y viejo pescador que prepara su barca para faenar por la noche. Y nadas en ese paraíso, y sin esfuerzo te mantienes a flote, miras hacia la puesta de sol y te das cuenta que el mar ya no es turquesa, está bañado en oro. No puedes parar de ver el espectáculo, las montañas, el mar, el sol. No os lo perdáis por nada del mundo.

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Día 8: Korcula

Fue tan bonito el día anterior que decidimos cancelar nuestro viaje a Hvar. Nos ha gustado mucho Lumbarda, no tenemos ganas otra vez de barco y movidas. No habíamos visitado Korcula (la ciudad) y esa será nuestra principal visita para el día de hoy. Comenzamos por una playa (Przina) donde sí que podemos decir que hay arena. Parking 15 kunas por todo el día, y 60 kunas más por dos tumbonas y una sombrilla en la playa. Total: 10 euros. El agua, una delicia. Y luego de un ratito de baños y bajo un sol de justicia (35 grados) partimos hacia Korcula, que queda a 5 minutos en coche de donde estamos alojados (Lumbarda). Lo primero es decir que aparcar no es fácil (como en toda Croacia), por lo que nos decidimos por el parking que está a la entrada de la muralla (obviamente, el más caro, así de buen ojo tenemos). 25 kunas la hora. Se parece a Barcelona! Y ahora, a patear por esa ciudad amurallada llena de encanto que es Korcula. El paseo, lleno de rincones preciosos y muchas veces con una vista que acaba en el azul del Adriático, es una delicia pero en ningún caso lo recomendamos a las 3 de la tarde en Agosto. Te achicharras. Así que nos decidimos por comer, nos sentamos bajo la sombra de unos pinos en lo alto de la muralla y desde allí la vista es impresionante. Uno piensa que la comida, en ese sitio y con esas vistas, le saldrá por un ojo de la cara. Pero al final la cuenta es de 50 euros, que para ser el sitio que es, la época y lo bien que está la comida, pues no nos ha parecido mucho. Comemos queso, jamón ahumado, calamares fritos y una ensalada de atún, 2 copas de vino, dos coca colas, 1 copa de vino dulce, postre y café. Cupido se llama el sitio y es ampliamente recomendable.

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Restaurante Cupido, Korcula

Fotos de la región de Lumbarda y Korcula

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Día 9: Dubrovnik

Partimos de Korcula por la mañana, a las 9 estamos en la cola para que un ferry nos traslade con coche incluido a tierra firme para seguir nuestro camino a Dubrovnik. El trayecto en ferry, unos 12 euros, y 15 minutos. Luego, carretera, dos horas y pico para llegar a Dubrovnik con unos paisajes impresionantes. El camino va serpenteando montañas. Se pueden apreciar unas calas que cortan la respiración. A eso de las 12 estamos ya en Dubrovnik, y para llegar cruzamos un viaducto enorme. Como es temprano para ir al hotel, optamos por ir al centro histórico. Error muy grande, en coche ya puedes olvidarte de ir allí, ya que es imposible (y carísimo) aparcar. Perdemos hora y media y decidimos volver a buscar el hotel. El hotel es el Adriatica Rooms, que para definirlo en un frase bonita, lo recomendaría 100% si eres mi enemigo. Por otro lado, piensas que total es sólo para dormir y son 80 euros el día. Eso sí, si podéis, olvidaos de desayunar aquí.

A las 5 de la tarde, un autobús nos deja en la ciudadela amurallada (15 kunas por persona, 2 euros). Impresiona. Es como estar en Juego de Tronos. He viajado por muchos sitios pero ninguno me pareció tan grande y tan bien conservado como Dubrovnik. Las calles están llenas de encanto, con ropa de los lugareños colgadas por las ventanas, y llena de restaurantes de lo más variado.

Lo único que desluce un poco todo es el (para mí) excesivo turismo que hay por absolutamente todas partes. Agosto es lo que tiene.

Los restaurantes ofrecen comida variada, aunque de pescado y marisco la carta es mucho más limitada de lo que se encuentra en el mediterráneo. Opciones de Pizza y Pasta enconarás en cada esquina, ya que hay una gran influencia italiana. Las cartas de los restaurantes difícilmente las encuentres en español: están en croata, inglés, italiano y con suerte algún otro idioma (como alemán o francés) pero el español no es lo usual.

Tomamos luego, saliendo de la ciudadela, el “Cable Car” que es un teleférico que te lleva a lo más alto de la ciudad y tiene unas vistas impresionantes, así como dos restaurantes. 100 kunas (unos 15 euros) ida y vuelta por persona. Recomendado para ir a tomar algo al atardecer/anochecer. Las vistas desde allí son impresionantes.

Si por el día la ciudadela llama la atención, por la noche es aún más encantadora, invita a perderse entre pequeños y estrechos caminos de piedra llenos de farolas. La actividad de la restauración es incesante.

No nos da tiempo de recorrer la muralla que rodea la ciudad y desde la cual las vistas prometen mucho. A las 19:30 es la hora “final” para entrar a ellas y tendríamos sólo 35 minutos… Lo dejamos para el día siguiente.

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Día 10: Dubrovnik

Nos levantamos con la intención de ir a la playa, pero nos gustaron (y mucho) unas playas que vimos en el camino de Korcula a Dubrovnik. Había una espectacular a unos 40 minutos y decidimos coger el coche y volver sobre nuestros pasos del día anterior. Lamentablemente, comienza a llover, por lo que a los 10 minutos de empezar la ruta, damos media vuelta y decidimos realizar otro paseo por la increíble ciudad.

Como es ya el último día de nuestras vacaciones, decidimos tirar la casa por la ventana y comer en un buen restaurante. El escogido es GUSTI y la comida está espectacular. Unos 75 euros, con botella de vino incluido. Un poco caro pero todo muy bueno.

Gusti - Dubrovnik

Gusti – Dubrovnik

Gusti - Dubrovnik

Gusti – Dubrovnik

Gusti - Dubrovnik

Gusti – Dubrovnik

Gusti - Dubrovnik

Gusti – Dubrovnik

Gusti - Dubrovnik

Gusti – Dubrovnik

De regreso al hotel para cambiarnos y coger fuerzas: toca visitar la muralla. Entramos a las 18:30 y es la hora exacta: el atardecer comienza a cubrir con dorados toda la ciudad. Incluso media hora antes podría haber estado aún mejor. La muralla es enorme. Recorrerla de punta a punta casi nos llevo dos horas. Obviamente, no vas en absoluto apresurado, ya que las vistas, hacia donde mires, invita a contemplarlas. Desde arriba, Dubrovnik parece un pueblo de hace unos cuantos siglos. Recuerda al videojuego de Assesins Creed por sus tejados y su arquitectura, pero esto es absolutamente real. La entrada son unos 15 euros (100 kunas). Hay diferentes sitios donde parar y tomar algo (agua, zumos, y otras bebidas) pero si vais a subir os recomendamos comprar agua abajo antes de entrar, arriba sale más cara.

La grandeza de la construcción te hace pensar que quienes vivieron aquí pensaron en hacer un fuerte inexpugnable. Tanto por la altura como por el grosor de las piedras, está pensado para una defensa férrea. Hay varias torres de defensa y avistamiento.

Y para cerrar con broche de oro, la cena es a la entrada misma de la ciudad amurallada, en un restaurante que encontrarás a la derecha: el Klarisa. Bajo un cielo donde aún ves estrellas, con una temperatura perfecta, un grupo tocando jazz y una atención de calidad, probamos el pato a la naranja, el pescado, un postre, una copa de vino blanco, un agua y una copa de vino dulce: todo exquisito. 85 euros. Recomendado.

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Conclusiones

Al finalizar el viaje te quedas con la sensación de que este viaje es perfecto. Comienzas por Zagreb y vas hacia Dubrovnik y, sin despreciar nada, te das cuenta que vas en un orden perfecto: si lo hubiésemos hecho al revés, nos daría la sensación de ir de más a menos, ya que Dubrovnik es la “perla” del viaje. Te quedan en la memoria muy buenos recuerdos. Para amantes de la naturaleza y el paisaje, Plitvice es espectacular. Para quienes gustan de recorrer una ciudad con historia, Split no te deja indiferente. Para quienes disfrutan de las playas, Korcula o muchas otras opciones de la costa son una maravilla de agua azul y turquesa y donde los atardeceres son postales. Y Dubrovnik es un capítulo aparte. Es absolutamente emocionante, increíble, hermoso.

La comida es muy buena en toda Croacia y el trato hacia el turista muy cuidado. La seguridad es absoluta. Puedes ir tranquilo por todas partes. Ni hemos tenido problemas ni hemos visto ninguno. Muchos turistas van con sus réflex, las grandes, y pasan totalmente desapercibidos.

Fotografiando Croacia con la Fujifilm x100s (atención: jerga técnica!)

Harto ya de llevarme entre 5 y 7 kg en la espalda de cámara, este viaje lo he hecho de principio a fin con una sola cámara, que bien se le podría llamar compacta. 16Mpix y un objetivo de 23 mm (35mm al final por ser APS-C). Es cierto que de vez en cuando, echas en falta algún objetivo, principalmente cuando estás lejos de algo y no tienes posibilidades de acercarte. Pero, porcentualmente, diría que esto ha sido un 2% o 3% de todas las fotos que al final he querido hacer.

La Fujifilm x100s ha respondido a la perfección, con 2 tarjetas de 32 GB he tirado unas 1600 fotos, más allá de que en algún momento se puso tonta: alguna vez me dijo que tenía que apagarla y volverla a encender, o en alguna toma de larga exposición en el modo apertura no iba más allá de 4 segundos cuando necesitaba más de 20 para una toma correcta. Tampoco va todo lo fina que van mis otras cámaras a la hora de enfocar: es probable que si tienes al sujeto en primer plano y un fondo chulo, el fondo te quede enfocado y tu primer plano desenfocado.

Por último, la edición. Estoy un poco vintage! Me puse como propósito hacer fotos como si tuviese una cámara con carrete, así que todas las fotos las “he revelado” como si estuviese trabajando con dos películas que me gustan mucho: la Kodak Ektar 100 y la Kodak Gold 100 para fotos nocturnas. Así que si veis grano en la foto, así como colores un poco más fuertes en la piel de las personas, es por la elección de la “película”. Ninguna foto de las que podéis ver ha sido procesada con Photoshop. Puro (y muy rápido) Lightroom.